Nubes de paso…
Cuando ya cansados de escarbar en la
memoria, afligida por un silencio denso que parece pesar, el tiempo se vuelve
transparente y lo oculto se muestra donde, quizás, nunca lo hubiésemos buscado…
Callejeo
entre gente desconocida… Por encima del latir de la ciudad se escuchan las
notas de un chiflo… escudriño con la mirada… el tiempo se desordena… los
recuerdos se alejan cincuenta años de mis zapatos:
Soy yo, sin ser yo… es la misma
ciudad, pero es otra ciudad… he regresado a mi infancia y frente a la puerta de
la que fue mi primera casa contemplo a un hombre allí plantado… Mueve un pedal
con el que hace girar una gran rueda de madera… Rápidamente, los niños que jugamos
en la calle, formamos un corro a su alrededor… Cubre su cabeza con una boina
moteada por el polvo de quién sabe cuántos lugares, y tiene la tez curtida por
días de viento y sol. Llama la atención, atrapado entre sus labios, un
cigarrillo de “cuarterón” en el que la ceniza se va curvando resistiéndose a
caer. Su mirada, ensimismada, resbala por el filo de un cuchillo que parece
sentirse a gusto entre sus manos callosas. Apoya, con suavidad, el acero sobre
la amoladora, deslizándolo como si lo acunara sobre la piedra del esmeril… una
comunión en la que la voz del metal anuncia la magia de mil chispas doradas…
Con su rueda de madera se aleja calle
abajo… tras él queda flotando el sonido de un chiflo…
Al sol,
se orea la lana de los colchones…
corren los niños junto al afilador
La
estridencia de un claxon, una hoja que cae de un árbol, alguien que al pasar a
mi lado me roza… Regreso a casa… en el cielo se ven algunas nubes…
Asturias, donde la tierra siempre
es verde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario