Haibun finalista.
La casa de las navajas
En la plaza
el sol aprieta, un sol castellano. Se agradece la sombra de los árboles, cobijo
del reposado existir que llega de la vieja catedral y del murmullo de una
fuente que nunca calla.
A un lado de
la plaza se alza un edificio singular… poesía de piedra, argamasa y verdes
azulejos… de filigranas que parecen beberse el viento, de encastrados
ventanales que respiran luz. Un edifico en el que cada palmo de fachada guarda
su propia memoria… el Museo de la Cuchillería
de Albacete. Su porte, te invita cortésmente a entrar.
Ya dentro, el
museo habla. Habla con silenciosa autoridad. Habla de gentes que ya no están,
del duro trabajo de unas manos agrietadas, de caminos polvorientos recorridos
por cuchilleros cargados de navajas, de melodías nacidas del chiflo de un
animoso afilador. Habla de tiempo atrás, de cientos de años que terminaron convirtiéndose
en un hoy.
Contemplo,
admirado, cada cuchillo, cada navaja, cada tijera, cada sala del museo… siglos
con mil recodos transformados en belleza.
Hay edificios
que laten, que tienen una inconfundible voz.
Silencio…
Brilla en el estante
el filo de una navaja
Asturias, donde la tierra siempre es verde.
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